En Ecuador, una gran parte de los jóvenes universitarios o en formación técnica se enfrenta a una realidad incómoda: haber elegido una carrera más por presión social, familiar, económica etc., que por verdadera vocación. Esta situación no solo impacta la motivación y el rendimiento académico, sino que también tiene consecuencias directas en el bienestar emocional y en la calidad del futuro profesional.
Elegir una carrera universitaria debería ser un acto de autoconocimiento y libertad, pero en la práctica, muchos estudiantes sienten que deciden con información limitada, a una edad temprana y bajo la sombra de expectativas ajenas. Según estudios del Ministerio de Educación del Ecuador (2022), más del 40% de los jóvenes considera que no tuvo suficiente orientación vocacional al momento de elegir su carrera. Esto provoca que una proporción considerable abandone los estudios en los primeros semestres o continúe en una carrera que no les satisface.
A esta realidad se suma el hecho de que el sistema educativo, en muchos casos, promueve una visión lineal del éxito: se espera que el estudiante elija rápido, no se equivoque, y que su elección sea rentable. Se subestiman carreras artísticas, humanísticas o técnicas, y se sobrevaloran otras como medicina, derecho o ingeniería, sin analizar si realmente se ajustan al perfil del estudiante.
Por otro lado, la presión económica también juega un papel importante. En un país con altas tasas de desempleo juvenil, muchos jóvenes eligen carreras por su "salida laboral", aunque no sientan conexión alguna con ellas. Esta elección estratégica, aunque comprensible, puede llevar a años de frustración, desmotivación o incluso abandono.
Más allá de las estadísticas, la pregunta de fondo es existencial y educativa:
¿Estamos formando personas que viven con sentido, o solo profesionales funcionales al sistema?
Si bien estudiar algo “útil” no está mal, lo ideal sería poder unir utilidad con propósito personal, algo que solo se logra si desde etapas tempranas se fomenta la reflexión, el descubrimiento de talentos y la exploración libre de intereses.
La verdadera transformación pasa por una educación que permita equivocarse, cambiar de rumbo y aprender de ese proceso, sin estigmas ni castigos. Implica también revalorizar la diversidad de caminos posibles: no todos deben ser universitarios, ni todos deben ser técnicos; lo importante es que cada joven descubra lo que le mueve, lo que le apasiona y dónde puede aportar desde su autenticidad.
Bibliografía:
- Castañeda, L. I. y Solorio, M. G. (2014). La elección de carrera: entre la vocación y las ofertas institucionales. Revista de Educación y Desarrollo, 28, pp. 55-99.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). (2018). La educación técnica en el Ecuador: el perfil de sus usuarios y sus efectos en la inclusión laboral y productiva. Recuperado de https://www.cepal.org/es/publicaciones/43219-la-educacion-tecnica-ecuador-perfil-sus-usuarios-sus-efectos-la-inclusion
Cámara de Industrias y Producción (CIP). (2023). Desempleo y empleo no adecuado: las brechas que más enfrentan jóvenes y mujeres en Ecuador. Recuperado de https://www.cip.org.ec/2023/08/09/desempleo-y-empleo-no-adecuado-jovenes-mujeres/
Pregunta para la tertulia:
¿Qué podemos hacer como educadores, orientadores o padres para que los jóvenes descubran lo que realmente quieren estudiar, más allá de las presiones o las expectativas sociales?