Dormir no es solo una pausa en el día para descansar o reposar. Es una necesidad biológica, un proceso activo y profundamente reparador que permite al cuerpo y al cerebro organizarse, sanar y prepararse para un nuevo día. Según el neurocientífico Matthew Walker, autor del libro Por qué dormimos (2017), “el sueño es la mejor y más eficiente forma de mejora cerebral que existe. Cada noche, al dormir, nuestro cerebro clasifica, consolida y conecta la información que hemos aprendido durante el día.”
Así, dormir no es un acto trivial ni simplemente una costumbre. Es una actividad esencial para el bienestar físico y mental. Sin embargo, en nuestra cultura, y muchas veces también en la escuela, se valora más estar despiertos que descansar. La idea de que dormir es una pérdida de tiempo, o de que se debería aprovechar cada momento para estar activos, prevalece en muchas ocasiones, sin reconocer lo crucial que es el descanso para nuestra salud y nuestra capacidad para aprender.
Cuando un niño duerme bien, su cerebro trabaja a su favor. El sueño fortalece la memoria, mejora la atención, le permite pensar con claridad y procesar mejor lo aprendido durante el día. Es como si, durante el descanso, el cerebro reorganizara la información, consolidándola y estableciendo conexiones que hacen que el aprendizaje se afiance más profundamente. Sin embargo, cuando un niño no duerme lo suficiente, el resultado es completamente diferente: se muestra distraído, cansado, fácilmente irritado y con dificultades para recordar lo aprendido.
No es que el niño no quiera aprender. Es que su cuerpo y su mente no están en condiciones de funcionar adecuadamente. El sueño insuficiente afecta su capacidad para estar presente en el aula, asimilar la información y, en general, tener el rendimiento esperado.
Por
lo tanto, dormir bien no es un lujo ni algo prescindible. Es una parte
fundamental del proceso educativo, tanto como estudiar o asistir a clase. Sin
un buen descanso, el cerebro no tiene la capacidad de almacenar lo aprendido,
lo que lleva a un bajo rendimiento, aunque el esfuerzo y la motivación estén
presentes.
Bibliografía:
Walker, M. (2017). Por qué dormimos: La nueva ciencia del sueño y el sueño de los sueños. Editorial Capitán Swing. Un libro fundamental para entender cómo el sueño afecta la memoria, el aprendizaje y la salud cerebral en todas las etapas de la vida.
Mindell, J. A., & Owens, J. A. (2015). A Clinical Guide to Pediatric Sleep: Diagnosis and Management of Sleep Problems (2nd ed.). Lippincott Williams & Wilkins. Guía clínica sobre los trastornos del sueño en niños y su impacto en el desarrollo y el comportamiento.
PREGUNTA:
Entonces, ¿podemos afirmar que el bajo rendimiento escolar está más relacionado con la falta de sueño que con la falta de esfuerzo?