La principal enseñanza que me llevo de esta actividad es comprender el valor profundo de los saberes ancestrales y las prácticas culturales como parte viva de nuestra identidad. A través de la dramatización que realizamos entre los siete grupos, no solo conocimos las tradiciones de distintas culturas, sino que también conectamos emocionalmente con ellas al interpretarlas y compartirlas.
Participar en esta dinámica me permitió ver cómo el conocimiento ancestral no solo se transmite de forma oral o práctica, sino que también puede vivirse, sentirse y representarse. Entendí que prácticas como el cuidado del agua, la medicina natural, los rituales agrícolas o las celebraciones tradicionales no son cosas del pasado, sino herramientas que aún hoy pueden enseñarnos a respetar la naturaleza, convivir en comunidad y valorar nuestras raíces.
Además, esta experiencia reforzó en mí la idea de que preservar nuestra cultura no es solo responsabilidad de los mayores, sino también de nosotros como jóvenes. Dramatizar nos permitió aprender de forma creativa y colaborativa, y ver cómo el arte puede ser un canal poderoso para revivir y valorar lo que nos pertenece como pueblo.