El sadomasoquismo es una práctica que combina el Sadismo y Masoquismo como mecanismo para obtener placer al respecto y en función a lo descrito cómo distinguiría la práctica del sadomasoquismo de un abuso sexual con violación.
El sadomasoquismo puede definirse como una práctica sexual consensuada que incluye elementos de dominación, sumisión, dolor físico o humillación con el objetivo de generar excitación o placer sexual. Esta práctica combina el sadismo, que implica obtener placer causando dolor, y el masoquismo, que consiste en obtener placer al recibirlo.
Por otro lado, la violación es un delito que implica la realización de actos sexuales sin el consentimiento de una de las partes. En este caso, una persona impone su voluntad mediante la fuerza, la manipulación o la intimidación, lo cual genera daño físico y/o psicológico a la víctima.
La diferencia fundamental entre el sadomasoquismo y la violación radica en el consentimiento. Mientras que el sadomasoquismo se basa en un acuerdo mutuo entre adultos, con reglas, límites y una comunicación constante —incluyendo palabras de seguridad para detener la práctica si es necesario—, en la violación no existe ninguna posibilidad de negociación o consentimiento. Es un acto unilateral de poder.
Además, el propósito del sadomasoquismo es obtener placer compartido y controlado dentro de un ambiente de confianza. En cambio, en una violación, el agresor busca dominar, sin preocuparse por el bienestar físico o emocional de la víctima. Como resultado, el sadomasoquismo puede generar emociones positivas como satisfacción, intimidad y conexión, mientras que la violación produce consecuencias devastadoras como trauma, miedo, ansiedad y trastorno de estrés postraumático.
Es esencial entender que el consentimiento puede retirarse en cualquier momento, y cuando esto no se respeta, ya no se trata de una práctica consensuada. Cualquier acto que implique coerción, presión física o emocional, chantaje, manipulación, uso de sustancias o abuso de condiciones vulnerables como una discapacidad mental, no puede considerarse consensuado, y por tanto constituye un abuso sexual.
Como médicos, debemos estar atentos a los indicadores de abuso, tanto físicos como lesiones inexplicables, hematomas en zonas íntimas, infecciones frecuentes, así mismo daños psicológicos como ansiedad, retraimiento, temor al hablar y sociales como aislamiento y dependencia emocional. Por lo que considero que es importante saber identificar estos signos, incluso cuando se presenten disfrazados de supuestas prácticas sexuales, para proteger a las víctimas y actuar de forma ética y profesional.