Yo creo que el hecho de pedir disculpas por la conquista de América no debería verse como un ataque u ofensa a los españoles o a la Iglesia, sino como un acto de respeto y reconocimiento hacia los pueblos indígenas que se vieron afectados durante ese proceso. Aunque ya ha pasado tiempo desde aquel suceso, el impacto de la conquista todavía se siente en muchas comunidades que enfrentan discriminación y desigualdad. También creo que un gesto simbólico como una disculpa, puede abrir caminos hacia la reconciliación y una mejor comprensión del pasado.
También es verdad que muchas de las muertes en América fueron causadas por enfermedades traídas desde Europa, pero eso no quita los abusos que sí fueron cometidos directamente por los conquistadores. Hubo violencia, despojo de tierras y trabajos forzados como las mitas y los obrajes, que explotaron a miles de trabajadores. La Iglesia, aunque algunos de sus miembros defendieron a los indígenas, también participó en la justificación de la conquista, usando la religión como herramienta de dominación.
Por lo contrario de lo que ocurrió en otras regiones, como en las colonias inglesas, en América Latina no se intentó borrar por completo a los pueblos originarios. Hubo mestizaje y muchas expresiones culturales indígenas lograron mezclarse con las españolas, pero eso no significa que no haya habido sufrimiento ni que todo el proceso de conquista deba verse con orgullo.
Por último puedo decir que una disculpa tal vez no cambia la historia, pero sí puede cambiar la forma en que la enfrentamos. No se trata de juzgar desde lo que hoy vemos a lo que ocurrió en el pasado, sino de aceptar que hubo errores graves y de mostrar voluntad de que esas heridas, enojos o resentimientos puedan sanar. España y la Iglesia tienen la oportunidad de dar un ejemplo al mundo y reconocer el dolor causado, sin miedo ni verguenza, y así poder obtener una relación más justa y respetuosa con los pueblos que fueron conquistados.