En mi opinión, las tareas escolares pueden ser útiles para reforzar lo que aprendemos en clase, siempre y cuando sean adecuadas en cantidad y dificultad según la edad del estudiante. Cuando las tareas son cortas y relacionadas con el tema visto en clase, ayudan a que los niños practiquen y desarrollen hábitos como la responsabilidad y la autodisciplina. Sin embargo, si las tareas son muchas o muy difíciles, pueden generar estrés, cansancio y quitar tiempo para actividades importantes como el juego, el descanso o compartir en familia. También es importante reconocer que no todos los niños tienen el mismo apoyo en casa, y eso puede hacer que algunos se atrasen o se sientan desmotivados. Por eso creo que las tareas deben ser un complemento, no una carga pesada, y que los maestros deben pensar en qué tipo de actividades realmente ayudan a aprender sin afectar el bienestar de los estudiantes. Así, el aprendizaje será más efectivo y agradable.