La intervención desde la CIF representa un enfoque integral y centrado en la persona que guía la práctica fisioterapéutica más allá del diagnóstico médico tradicional. La CIF, propuesta por la OMS, permite comprender la salud y la discapacidad desde una perspectiva biopsicosocial, integrando no solo las funciones y estructuras corporales, sino también la actividad, la participación y los factores contextuales del paciente. Este marco facilita que el fisioterapeuta diseñe intervenciones que no solo traten las alteraciones físicas, como la debilidad muscular o la restricción articular, sino que también aborden limitaciones funcionales concretas, como la dificultad para caminar, vestirse o realizar tareas laborales. Además, considera factores personales (edad, motivación, estilo de vida) y ambientales (accesibilidad, apoyo familiar, recursos del entorno), lo que permite una intervención más contextualizada y efectiva.
Al intervenir con base en la CIF, el fisioterapeuta puede establecer objetivos funcionales claros y medibles, por ejemplo: mejorar el equilibrio para facilitar la participación en actividades sociales, o incrementar la fuerza para favorecer el autocuidado. Este enfoque favorece la colaboración interdisciplinaria y promueve la participación activa del paciente en su proceso de rehabilitación. En definitiva, aplicar la CIF en fisioterapia no solo mejora la planificación y seguimiento del tratamiento, sino que también fortalece la calidad y humanización del cuidado. Nos permite ver al paciente como un ser integral y no solo como un cuerpo con limitaciones.