El documental tiene un mensaje revelador, ya que saca a luz los métodos ocultos usados por las aplicaciones digitales como Facebook, Google o Instagram priorizan el beneficio económico por encima de la salud mental de sus usuarios, esto debido a un sofisticado algoritmo que busca captar su atención.
Uno de sus puntos claves del documental es la participación de ex-empleados de empresas tecnológicas, quienes daban credibilidad al documental. Estos mismos confesaban que diseñaron esas tecnologías como un medio de dependencia a la dopamina que estos generaban, además, son ellos mismos que advierten de su peligro, pero, en este mismo fragmento el documental cae en una visión de distopía, con recreaciones sobre actuadas con un tono apocalíptico, el cual le quita mucha la seriedad. Si bien muchos de esos escenarios podrían pasar, por ejemplo, yo no tengo la necesidad de aprobación digital ya que no me importa, aun así existe personas con una severa adicción a esta redes sociales.
Si bien el documental diagnostica claramente el problema, este mismo, ofrece soluciones muy idealistas, como querer re-diseñar la tecnología con un enfoque ético sin profundizar en como lograr esto, ya que se sabe el desmedido poder de estas empresas tienen sobre la sociedad, política y el gobierno en si.
Aun así, el documental tiene un impacto positivo, ya que genera un necesario debate sobre el modelo social que las redes sociales han provocado. Obliga a repensar nuestro papel como usuarios y llama a la acción tanto individuales como colectivas. Las redes sociales, creadas para conectar, han terminado manipulando nuestra atención y emociones. El dilema de las redes sociales nos muestra cómo la tecnología sin ética puede dañar la salud mental, polarizar sociedades y distorsionar la verdad. Es urgente repensar nuestro uso digital y exigir responsabilidad a las empresas que moldean nuestra realidad.