Para Marín Josué, los cálculos de líquidos en el paciente quirúrgico requieren considerar las necesidades basales (30-35 ml/kg/día), las pérdidas insensibles incrementadas por el acto quirúrgico y la respuesta metabólica al estrés. Durante el período perioperatorio, debe calcularse la reposición de déficit preoperatorio, considerando el tiempo de ayuno y las pérdidas por vómitos o drenajes.
Las pérdidas intraoperatorias incluyen sangrado, secuestro de líquidos en tercer espacio y pérdidas por evaporación. La regla general establece reposición de 4-6 ml/kg/hora para cirugías menores, 6-8 ml/kg/hora para moderadas y 8-12 ml/kg/hora para mayores. El sangrado debe reponerse en relación 3:1 con cristaloides o 1:1 con coloides.
La hipohidratación inadecuadamente corregida puede desencadenar hipotensión severa, shock hipovolémico y compromiso de la perfusión tisular. A nivel renal, la hipoperfusión puede provocar insuficiencia renal aguda prerrenal, oliguria y retención de productos nitrogenados. El déficit de volumen compromete la cicatrización de heridas, aumenta el riesgo de infecciones y puede precipitar eventos trombóticos por hemoconcentración. La deshidratación celular afecta la función neurológica, manifestándose como confusión, agitación o alteración del estado de conciencia.
La enfermería debe monitorizar diuresis (mínimo 0.5-1 ml/kg/hora), presión venosa central, signos vitales y estado neurológico. La valoración incluye mucosas, llenado capilar, pulsos periféricos y balance hídrico estricto. Es fundamental registrar todas las entradas y salidas, incluyendo drenajes, sondas y pérdidas insensibles.
Las acciones incluyen verificación de prescripciones médicas, cálculo preciso de goteo, rotación de accesos venosos y prevención de sobrecarga hídrica. Se debe educar al paciente sobre restricciones hídricas preoperatorias y signos de alarma postoperatorios como oliguria, edema o disnea.