El conocimiento ancestral aporta a las empresas una visión más humana, sostenible y colaborativa. Sus principios fomentan el respeto por la naturaleza, la toma de decisiones colectivas y la ética intergeneracional. Además, ofrece soluciones prácticas en agricultura, salud y arquitectura, y fortalece la identidad cultural de productos y servicios. Integrarlo no solo mejora la responsabilidad social empresarial, sino que también impulsa la innovación y la diferenciación en el mercado.