A diferencia de los carbohidratos y lípidos, el cuerpo humano no almacena proteínas como una fuente primaria de energía. Los carbohidratos se almacenan principalmente en forma de glucógeno en el hígado y los músculos, mientras que los lípidos se acumulan en el tejido adiposo en forma de triglicéridos. En contraste, las proteínas del organismo forman parte de estructuras funcionales y vitales como los músculos, las enzimas, los receptores hormonales, el sistema inmunológico y otros tejidos. Utilizar proteínas como almacenamiento implicaría sacrificar estructuras esenciales, lo cual es incompatible con la supervivencia (Guyton & Hall, 2011).
Las proteínas están en un equilibrio dinámico constante entre síntesis y degradación, pero su papel prioritario es funcional, no energético. Solo en condiciones de estrés metabólico, como el ayuno prolongado, el cuerpo recurre a las proteínas para obtener energía a través de la gluconeogénesis hepática. Este proceso degrada aminoácidos provenientes principalmente del músculo esquelético, lo que genera pérdida de masa muscular (Harper et al., 2012). En etapas iniciales del ayuno, se prioriza el uso de glucógeno y ácidos grasos, pero a medida que estos se agotan o resultan insuficientes, el cuerpo incrementa el catabolismo proteico para mantener niveles mínimos de glucosa para tejidos dependientes como el cerebro y los glóbulos rojos.
En situaciones patológicas como el cáncer, la insuficiencia orgánica crónica o la caquexia, esta incapacidad de almacenar proteínas se vuelve especialmente relevante. La caquexia es un síndrome caracterizado por pérdida de masa muscular severa, incluso con aporte nutricional adecuado, y se relaciona con una activación inflamatoria crónica que favorece la proteólisis. El organismo, al no contar con proteínas de reserva, degrada tejido funcional, lo que compromete la movilidad, la inmunidad y la respuesta al tratamiento. En oncología, por ejemplo, la caquexia afecta negativamente la eficacia de la quimioterapia y la sobrevida del paciente (Tisdale, 2009).
Por tanto, entender que las proteínas no son un sustrato de almacenamiento energético, sino de función estructural y metabólica, es clave para el abordaje clínico y nutricional en múltiples contextos, especialmente en situaciones de desnutrición, trauma, infección o enfermedades crónicas.
Referencias:
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Guyton, A.C., & Hall, J.E. (2011). Tratado de Fisiología Médica (12a ed.). Elsevier.
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Murray, R.K., et al. (2012). Bioquímica Ilustrada de Harper (29ª ed.). McGraw-Hill.
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Tisdale, M.J. (2009). Mechanisms of cancer cachexia. Physiological Reviews, 89(2), 381-410.