Una experiencia que marcó mi entendimiento de la escucha activa ocurrió en el colegio, durante un trabajo grupal de Física. Éramos un grupo de tres estudiantes y teníamos que resolver los ejercicios planteados por el docente para luego exponer las soluciones.

Al inicio, cada uno estaba aferrado a su propia idea sobre cómo resolver los problemas. Yo insistía en mi método y mis dos compañeros en el suyo. Nadie quería escuchar las propuestas de los demás, pues cada uno creía tener la mejor solución. Como el avance era nulo, comprendimos que estábamos a punto de fracasar. Fue entonces cuando, por necesidad, empezamos a aplicar la escucha activa para entender atentamente la lógica detrás de los planteamientos de cada uno.