Fue recientemente cuando un amigo del colegio me mencionó que deseaba ingresar a estudiar en la universidad donde yo me encuentro. Estaba tan emocionado que ese mismo sentimiento me cegó para escuchar el porqué de su decisión, ya que previamente él quería entrar a la milicia, pero no lo logró.

Mi falta de empatía al no escuchar su situación me hizo sentir mal e incluso reflexionar sobre por qué no le di primero palabras de aliento ante su reciente fracaso. Sin embargo, me decidí a ayudarlo a ingresar a la universidad para no cargar con la culpa.

Creo que muchas veces nuestros sentimientos y la falta de empatía nos dominan, y en realidad no ponemos en práctica la escucha activa, siendo esta fundamental para una buena comunicación.