Voy a compartir una experiencia reciente donde, como emisor, la escucha activa de mi hermano fue determinante para que nuestro proceso comunicativo sea efectivo.

Estaba explicándole a mi hermano, paso a paso, cómo cocinar un buen arroz. Para mí, era importante que entendiera cada detalle, desde la cantidad de agua hasta el tiempo de cocción. A medida que yo iba dando las instrucciones, él no solo asentía, sino que me hacía preguntas sobre las cantidades, los tiempos y las texturas. Me preguntó: ¿Entonces, si pongo dos tazas de arroz, son cuatro de agua, verdad? o ¿En qué momento sé que el agua se ha evaporado lo suficiente?"

Estas preguntas me confirmaron que me estaba prestando atención, también demostraban que estaba procesando la información y buscando clarificar sus dudas en el momento. Si él no hubiera estado escuchando activamente, haciendo esas pausas para preguntar y confirmar, es muy probable que el resultado hubiera sido un arroz pegado, crudo o demasiado seco. Su disposición a interactuar y a asegurarse de entender cada instrucción hizo que consiguiera cocinar un arroz perfecto.