La programación fiscal es una herramienta esencial en la gestión económica de un país, ya que permite planificar, organizar y controlar los ingresos y gastos públicos para alcanzar objetivos de desarrollo económico y social. Desde mi punto de vista su utilidad radica en varios aspectos clave como la asignación eficiente de recursos, asegurando que sectores prioritarios como salud, educación e infraestructura reciban el financiamiento adecuado. Además, promueve la estabilidad macroeconómica al establecer metas de recaudación tributaria y controlar el déficit fiscal, lo que reduce la incertidumbre en los mercados financieros.
Otro punto relevante es su capacidad para fomentar la transparencia y rendición de cuentas. Al detallar cómo se utilizarán los fondos públicos, los ciudadanos pueden supervisar el desempeño del gobierno, fortaleciendo la confianza en las instituciones. También permite anticipar desafíos económicos, como crisis o caídas en los ingresos, mediante la creación de reservas o ajustes presupuestales oportunos.
En resumen, la programación fiscal no solo es un instrumento técnico, sino también un pilar para la equidad, el crecimiento sostenible y la gobernanza efectiva, siempre que sea implementada con transparencia, visión estratégica y compromiso político.