La noticia de El País sobre las disculpas públicas del estado ecuatoriano con la compañía afrodescendiente Furukawa tiene una variedad de emociones: ira, tristeza y también optimismo.
Es increíble saber que estas personas han estado trabajando en condiciones similares a la esclavitud durante más de 50 años, sin recibir servicios básicos, sin tener contratos ni derechos laborales. Además, es difícil aceptar que este problema no ha sido abordado por las autoridades durante tanto tiempo, lo que indica una falta de responsabilidad institucional.
Por lo cual un ecuatoriano se dé cuenta de que este tipo de explotación tuvo lugar en nuestro país y en el siglo actual, sinceramente preocupa la efectividad de los mecanismos de control laboral, la sensibilidad de los funcionarios públicos y el nivel de compromiso con los derechos humanos.
Por una parte decir lo siento es un buen comienzo, pero parece que es demasiado tarde y no lo suficiente entonces una reparación genuina implica algo más que un gesto superficial las personas que han sido dañadas por otros merecen ser tratadas de manera justa al igual que todos los ciudadanos sin excepción alguna.Esta situación también nos hace pensar en cuántos otros casos similares pueden pasar desapercibidos o ignorados.
Sin embargo no entiendo porque a veces solo ciertos grupos de personas pueden ejercer sus derechos, mientras que otros se pasan por alto, en cuanto a la población afrodescendiente ha sido históricamente oprimida y marginada, y les debemos un gran respeto y reconocimiento debe ser universal, permanente y no negociable en consideración hay que poner como un claro ejemplo este caso siempre ver lo correcto, desafiar, criticar e insistir en que se mantienen los derechos de todos, de su situación también es importante recordar y no repetir el caso Furukawa.