El metabolismo de los lípidos es un proceso fundamental mediante el cual el cuerpo digiere, transporta y utiliza las grasas provenientes de la alimentación. Los lípidos, especialmente los ácidos grasos y el colesterol, son esenciales para diversas funciones fisiológicas como la producción de energía, la síntesis de hormonas y la formación de membranas celulares. Sin embargo, cuando su ingesta es excesiva o desequilibrada, pueden acumularse en la sangre y aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Una alimentación equilibrada es clave para mantener niveles adecuados de lípidos en el organismo. Dietas ricas en grasas saturadas y trans, presentes en alimentos ultraprocesados, embutidos y frituras, elevan los niveles de colesterol LDL (colesterol "malo") y triglicéridos. En cambio, una dieta con grasas saludables, como las que se encuentran en el aguacate, frutos secos, aceite de oliva y pescados ricos en omega-3, contribuye a elevar el colesterol HDL (colesterol "bueno") y reducir los niveles perjudiciales.
Además, el consumo adecuado de fibra soluble (presente en frutas, avena y legumbres) ayuda a disminuir la absorción de colesterol en el intestino. Una alimentación consciente, acompañada de ejercicio regular, es una herramienta eficaz para prevenir dislipidemias y mantener el metabolismo lipídico en equilibrio.
Referencia:
Ferrier, D. R. (2018). Bioquímica. Ilustrada de Harper (30.ª ed.). McGraw-Hill Education.