El conflicto en Perú entre los invasores españoles comenzó a partir de los objetivos egoístas y la naturaleza demasiado ambiciosa de los conquistadores primarios, Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Desde el principio, el viaje al Imperio Inca se planificó como una empresa privada, donde las ganancias tuvieron que ser compartidas entre las partes interesadas. A pesar de la victoria y las riquezas obtenidas, Pizarro controló todos los honores y derechos dados por el rey, dejando de lado a Almagro y causando una división permanente en la comunidad. El argumento sobre quién posee Cuzco, la ciudad principal y el centro de riqueza de Inca, fue el centro de la lucha. Almagro, después de no golpearlo rico en Chile, regresó para hacerse cargo de Cuzco, que él pensó que era suyo, y se enfrentó a los hermanos Pizarro. Las tensiones aumentan hasta que los conflictos armados, como la pelea en Abancay y la pelea en Salinas, que terminó con el asesinato de Almagro. Esta lucha dentro de los gobernantes condujo a impactos significativos durante el tiempo de colonización. El conflicto interno disminuyó el control español en el área, lo que facilita los levantamientos nativos como el dirigido por Manco Inca y creando una atmósfera de incertidumbre y sospecha entre los colonos. Además, estableció un patrón de conflictos internos para autoridad y riquezas, lo que indica el inicio de un período colonial marcado por la competencia, la traición y la agresión, que obstruyó la formación de un sistema colonial consistente en Perú.