El esqueleto apendicular es una parte fundamental del sistema óseo, ya que permite el movimiento y la conexión de las extremidades con el eje central del cuerpo, representado por el esqueleto axial. Está compuesto por los huesos de los miembros superiores e inferiores, así como por las cinturas escapular y pélvica, que actúan como puntos de unión. En total, incluye 126 huesos que permiten una gran variedad de movimientos esenciales para la locomoción, la manipulación de objetos y la realización de tareas cotidianas. Desde una perspectiva funcional, el esqueleto apendicular trabaja en conjunto con los músculos, tendones y articulaciones para proporcionar estabilidad, fuerza y movilidad. La cintura escapular, por ejemplo, proporciona soporte a los brazos y permite amplios rangos de movimiento en los hombros, mientras que la cintura pélvica estabiliza el cuerpo al estar de pie o en movimiento. Es importante destacar que cualquier alteración en estos componentes puede afectar gravemente la movilidad e independencia de una persona. Dado que este conjunto de huesos permite movimientos esenciales como caminar, correr, levantar objetos o realizar tareas finas con las manos, cualquier alteración debe abordarse con estrategias específicas según la región afectada. Por ejemplo, ante una fractura en el húmero o fémur, es fundamental aplicar protocolos que favorezcan la consolidación ósea y la movilidad progresiva sin comprometer la integridad de las articulaciones cercanas. En el caso de lesiones articulares, como una luxación de hombro o una lesión en la rodilla, se pueden emplear técnicas de movilización pasiva y activa para restablecer el rango de movimiento y fortalecer los músculos asociados. También es clave trabajar la coordinación, el equilibrio y la resistencia, especialmente en miembros inferiores, ya que estos aspectos inciden directamente en la autonomía de la persona.
Esqueleto apendicular
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