El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, compuesto principalmente por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), representa uno de los mecanismos regionales más importantes para la protección de los derechos fundamentales en América. A través de sus decisiones, informes y sentencias, ha contribuido significativamente a la consolidación del Estado de Derecho, la justicia transicional, y la reparación de víctimas de violaciones graves a los derechos humanos. Uno de los aspectos más destacables del SIDH es su capacidad para suplir déficits institucionales internos en países donde los sistemas de justicia nacionales no ofrecen respuestas adecuadas o efectivas. Esto lo convierte en un mecanismo subsidiario, pero vital, para los ciudadanos del continente. No obstante, el sistema ha enfrentado críticas relacionadas con su legitimidad democrática, su financiamiento, y la percepción de que interviene excesivamente en la soberanía de los Estados, especialmente cuando sus decisiones se oponen a políticas públicas o decisiones judiciales internas. Pese a ello, su jurisprudencia ha sido pionera en el desarrollo del derecho internacional de los derechos humanos, y sus decisiones han sido clave en la defensa de grupos históricamente vulnerados, como los pueblos indígenas, las mujeres, y las personas LGBTIQ+.