La Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (CIF), elaborada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), es una herramienta clave en el ámbito de la salud y la rehabilitación. Su propósito es proporcionar un marco unificado y estandarizado para describir el estado de salud y los niveles de funcionamiento de las personas, considerando no solo las enfermedades, sino también sus consecuencias en la vida cotidiana. La CIF se estructura en varios componentes fundamentales que permiten una visión holística del individuo.

Uno de los componentes principales es las funciones y estructuras corporales, que se refieren a las funciones fisiológicas de los sistemas del cuerpo y las partes anatómicas. Aquí se identifican las alteraciones que pueden afectar la capacidad funcional de una persona. Otro componente clave es la actividad, que se refiere a la ejecución de tareas o acciones por parte del individuo. Se analiza tanto la capacidad de la persona para realizar una actividad como las limitaciones que pueda tener.

El siguiente componente es la participación, entendida como la implicación en situaciones de la vida diaria. Aquí se evalúan las restricciones que pueden afectar la inclusión del individuo en su entorno social, familiar y laboral. Estos tres componentes se ven influenciados por factores contextuales, que se dividen en factores ambientales (como el entorno físico, social y actitudinal) y factores personales (como la edad, género, educación y experiencias individuales).

La importancia de la CIF radica en que va más allá del diagnóstico médico tradicional y reconoce que la salud es una interacción dinámica entre la persona y su contexto. Este enfoque promueve una atención más integral, centrada en la funcionalidad y el bienestar, y no solo en la enfermedad. También facilita la comunicación entre profesionales de distintas disciplinas y permite una comparación más precisa de datos a nivel nacional e internacional.