Mi experiencia personal con la globalización fue cuando, por un video de redes sociales, pude ver cómo una persona realizaba una reseña sobre una película llamada “La forma del agua”. La reseña me pareció muy interesante, porque mostraba algunos fragmentos de esta película, y luego, por fin, tuve la oportunidad de ver la película como tal. La verdad, me atrajo demasiado; no es una película muy convencional, en ese aspecto es bastante extraña. Al principio, no es muy común poder observar cómo un monstruo se enamora de una mujer muda, aunque ellos no hablaban el mismo idioma, se entendían con cariño y con gestos. Sentí mucha pena por los dos, porque la gente de la película los trataba mal por ser diferentes, pero también me dio alegría ver cómo se querían y se cuidaban. Para mí, eso era algo que todos podemos entender, no importa de dónde seamos. La música de la película también ayudó mucho a sentir todo eso, era como si las notas hablaran por ellos. De esa misma película pude conocer un lindo poema; por esa parte es muy interesante, y por esa película descubrí a uno de mis directores preferidos. Me dio curiosidad saber más de Guillermo del Toro y de las historias que cuenta la gente en México. Busqué más cosas sobre él en internet y vi que hace películas muy imaginativas. Para mí, ver La forma del agua fue como asomarme a una ventana a otro mundo, creado por alguien de otro país. Si no fuera por el internet, que nos conecta con películas y artistas de todas partes, quizás nunca hubiera conocido esta historia tan bonita y diferente. Me hizo sentir cosas que no esperaba y me enseñó que el amor y la amistad pueden aparecer de las formas más extrañas, sin importar de dónde vengamos.