Al comenzar esta carrera, me enfrento a una pregunta importante: ¿es suficiente hacer lo necesario, o debo hacer todo lo necesario para alcanzar mi sueño del mandil blanco? Hacer lo necesario implica cumplir con las responsabilidades básicas, y eso ya es valioso. Pero hacer todo lo necesario significa ir más allá: aprender a administrar mi tiempo, cuidar mi salud mental, respetar mis límites y aún así dar lo mejor de mí en cada clase, práctica y examen. No se trata de sacrificarse sin medida, sino de comprometerse con equilibrio, disciplina y vocación.
Durante el debate en clase, surgieron posturas encontradas. Nosotros defendimos la idea de hacer todo lo necesario como un acto de entrega y esfuerzo constante, mientras que el otro equipo cuestionó esa visión, advirtiendo que podría malinterpretarse como estar dispuestos a hacer cualquier cosa, incluso acciones poco éticas. También resaltaron, con razón, la importancia de no descuidar la salud física ni mental en este proceso. Ambas posturas aportaron miradas valiosas sobre cómo entender el compromiso académico sin caer en extremos.
Para mí, hacer todo lo necesario no significa cruzar líneas éticas ni dejar de cuidarme. Significa tener una actitud firme y honesta hacia mis metas, dar lo mejor desde el equilibrio y la pasión por lo que elegí ser. Porque este mandil blanco que tanto anhelamos no se entrega: se teje con esfuerzo, lágrimas, esperanza y la decisión consciente de crecer cada día como estudiante y como ser humano.