En los primeros años de vida, los niños y niñas están descubriendo el mundo con ojos curiosos y corazones abiertos. Todo lo que los rodea (plantas, animales, el clima, personas, las costumbres de su hogar o comunidad) se convierte en una oportunidad para aprender, jugar y crecer. Es ahí donde la didáctica del entorno natural y social cobra sentido, porque no se trata solo de enseñar conceptos, sino de acompañar a los pequeños en su asombro, preguntas y en su forma única de ver la vida.
En este ámbito, lo importante no es darles respuestas, sino acompañarlos en sus descubrimientos. Que puedan tocar, experimentar, equivocarse y volver a intentar, que se maravillen con la naturaleza, pero también que aprendan a cuidarla, al igual que valoren a su familia, su comunidad, sus tradiciones, y también a los demás.