Aunque los videos buscan resaltar las diferencias entre infancias rurales, urbanas y de distintos contextos socioeconómicos, personalmente creo que el enfoque es algo reduccionista. Se tiende a idealizar a los niños del campo como seres en armonía con la naturaleza, mientras que los de la ciudad parecen absorbidos por la tecnología y el consumo. Esta comparación, aunque visualmente atractiva, ignora que dentro de cada entorno existen realidades diversas, matizadas y contradictorias. No todos los niños del campo viven conectados con el entorno natural, ni todos los niños urbanos están atrapados en el mundo digital.
Además, cuando se muestra a los niños de Uganda pidiendo cosas básicas como ropa o comida, frente a los deseos materiales de los niños españoles, siento que se cae en una mirada un tanto condescendiente. Me parece importante visibilizar las desigualdades, pero sin reducir a los niños vulnerables a seres que solo sufren o carecen. Ellos también sueñan, juegan y tienen aspiraciones complejas. Como sociedad, deberíamos dejar de ver estas diferencias como contrastes simples y empezar a preguntarnos cómo podemos construir un mundo más justo, sin encasillar a la infancia según su origen.
Además, cuando se muestra a los niños de Uganda pidiendo cosas básicas como ropa o comida, frente a los deseos materiales de los niños españoles, siento que se cae en una mirada un tanto condescendiente. Me parece importante visibilizar las desigualdades, pero sin reducir a los niños vulnerables a seres que solo sufren o carecen. Ellos también sueñan, juegan y tienen aspiraciones complejas. Como sociedad, deberíamos dejar de ver estas diferencias como contrastes simples y empezar a preguntarnos cómo podemos construir un mundo más justo, sin encasillar a la infancia según su origen.