Asi es, ya que la diversidad en la infancia es fundamental,  porque demuestra que no existe una única forma de ser niño, sino múltiples realidades que enriquecen la experiencia humana, cada cultura, entorno social y contexto familiar moldea perspectivas, sueños y formas de vida distintas, lo que nos enseña que la niñez no es una etapa homogénea, sino un mosaico de experiencias valiosas, cabe mencionar que la conexión entre el entorno, la educación y la empatía es clave en este proceso, ya que una sociedad que fomente el respeto y la comprensión hacia las diversas realidades infantiles no solo promueve la inclusión, sino que también ayuda a formar individuos más conscientes, responsables y culturalmente sensibles, ya que reflexionar sobre estas distintas realidades nos permite reconocer las desigualdades y trabajar por un mundo más justo, para lo cual es esencial cultivar una sociedad solidaria donde todos los niños, sin importar su origen, tengan las mismas oportunidades de soñar, crecer y alcanzar su máximo potencial. Solo así podremos construir un futuro en el que la diversidad no sea motivo de exclusión, sino de aprendizaje y enriquecimiento colectivo.