En Ecuador, el embarazo adolescente sigue siendo una realidad preocupante. Muchas jóvenes quedan embarazadas sin haberlo planeado, y esto ocurre no solo en casos de violencia sexual, sino también por falta de educación sexual, presión social, relaciones desiguales o incluso desconocimiento sobre cómo funciona su propio cuerpo. Estas situaciones afectan directamente su salud física, emocional y su futuro.
La sociedad suele dividirse entre quienes defienden la vida desde la concepción y quienes creen que la mujer tiene derecho a decidir sobre su cuerpo. Pero más allá de los extremos, es necesario entender que cada historia es única. No todas las adolescentes tienen apoyo familiar, acceso a servicios médicos o estabilidad emocional para asumir la maternidad.
Entonces, ¿debería permitirse el aborto legal en casos de embarazos adolescentes, incluso cuando no hay violencia sexual de por medio? En mi opinión, no debería permitirse el aborto legal en adolescentes cuando no ha habido violencia sexual, porque si bien entiendo que un embarazo a temprana edad puede ser complicado, también creo que el aborto no es la solución a ese problema.
Primero, porque estamos hablando de dos vidas: la de la madre adolescente y la del bebé que está por nacer. Aunque haya sido un error o una decisión mal informada, eso no le quita el valor a esa nueva vida. El embarazo puede cambiar el rumbo de una joven, sí, pero el aborto también puede traer consecuencias emocionales y físicas que muchas veces no se consideran al principio.
Además, creo que en lugar de promover el aborto como una salida fácil, deberíamos enfocarnos en la prevención: una mejor educación sexual, más apoyo a las adolescentes embarazadas y programas que las ayuden a continuar sus estudios y su desarrollo personal. No podemos normalizar la idea de que si algo sale mal, se soluciona eliminando una vida.
Ser madre no es una obligación, pero si una adolescente tomó decisiones que llevaron a un embarazo —aunque no haya sido lo ideal— también es parte de crecer aprender a asumir las consecuencias. Y en esos casos, la sociedad debería apoyarla, no empujarla a una decisión tan dura como el aborto.
En resumen, no estoy de acuerdo porque creo que cada vida cuenta, incluso la del no nacido, y porque hay otras formas de acompañar y ayudar a una adolescente embarazada sin llegar al aborto.
La sociedad suele dividirse entre quienes defienden la vida desde la concepción y quienes creen que la mujer tiene derecho a decidir sobre su cuerpo. Pero más allá de los extremos, es necesario entender que cada historia es única. No todas las adolescentes tienen apoyo familiar, acceso a servicios médicos o estabilidad emocional para asumir la maternidad.
Entonces, ¿debería permitirse el aborto legal en casos de embarazos adolescentes, incluso cuando no hay violencia sexual de por medio? En mi opinión, no debería permitirse el aborto legal en adolescentes cuando no ha habido violencia sexual, porque si bien entiendo que un embarazo a temprana edad puede ser complicado, también creo que el aborto no es la solución a ese problema.
Primero, porque estamos hablando de dos vidas: la de la madre adolescente y la del bebé que está por nacer. Aunque haya sido un error o una decisión mal informada, eso no le quita el valor a esa nueva vida. El embarazo puede cambiar el rumbo de una joven, sí, pero el aborto también puede traer consecuencias emocionales y físicas que muchas veces no se consideran al principio.
Además, creo que en lugar de promover el aborto como una salida fácil, deberíamos enfocarnos en la prevención: una mejor educación sexual, más apoyo a las adolescentes embarazadas y programas que las ayuden a continuar sus estudios y su desarrollo personal. No podemos normalizar la idea de que si algo sale mal, se soluciona eliminando una vida.
Ser madre no es una obligación, pero si una adolescente tomó decisiones que llevaron a un embarazo —aunque no haya sido lo ideal— también es parte de crecer aprender a asumir las consecuencias. Y en esos casos, la sociedad debería apoyarla, no empujarla a una decisión tan dura como el aborto.
En resumen, no estoy de acuerdo porque creo que cada vida cuenta, incluso la del no nacido, y porque hay otras formas de acompañar y ayudar a una adolescente embarazada sin llegar al aborto.