Es un proceso clínico esencial que permite identificar, clasificar y analizar las alteraciones funcionales que afectan al aparato locomotor compuesto por huesos, músculos, articulaciones, tendones, ligamentos y fascias, es fundamental para el movimiento y la estabilidad corporal necesarias para la actividad física, por lo que cualquier disfunción en sus componentes puede afectar directamente la calidad de vida del paciente.
El proceso de valoración se inicia con una anamnesis detallada, donde el fisioterapeuta recoge información subjetiva proporcionada por el paciente, luego se realiza la exploración física y funcional, que incluye una serie de pruebas y observaciones objetivas. En primer lugar, se realiza una inspección visual la cual permite detectar signos visibles como asimetrías corporales, inflamación, edema, deformidades, posterior se procede a la palpación, con el objetivo de localizar puntos de dolor, contracturas musculares o alteraciones en la textura de los tejidos.
Lo más importante de esta valoración es la medición de los rangos de movimiento articular (ROM) activos y pasivos, para determinar limitaciones, bloqueos o rigidez en las articulaciones. También se evalúa la fuerza muscular mediante pruebas específicas (test de Daniels) o ya sea utilizando dinamometría para obtener datos cuantificables. También se analiza el control motor, coordinación, equilibrio y se aplica una evaluación de la marcha y la funcionalidad general del paciente.
En ciertos casos se puede aplicar test ortopédicos que ayudan a obtener diagnósticos diferenciales como test de Neer, Hawkins-Kennedy, Jobe, Thomas, McMurray, Lachman, entre otros, estas pruebas son fundamentales para identificar lesiones tendinosas, capsulares, ligamentosas o articulares. Para complementar esta evaluación, se pueden aplicar escalas funcionales y cuestionarios clínicos, como Escala Visual Análoga (EVA) para valorar el dolor, el índice de Oswestry para discapacidad lumbar, el cuestionario DASH para miembros superiores o el SPADI para afecciones del hombro, esto nos permiten identificar el nivel de afectación y medir la progresión del tratamiento.
Esto nos ayuda a formular un diagnóstico fisioterapéutico, que no reemplaza al diagnóstico médico, pero permite al fisioterapeuta diseñar un plan de tratamiento personalizado el cual está centrado en los objetivos y necesidades del paciente. La valoración musculoesquelética no se limita al inicio del tratamiento, sino que debe ser revisada y actualizada constantemente para adaptar las intervenciones terapéuticas según la evolución del paciente.
BIBLIOGRAFÍA
1. Brugué, M., & Gámez, J. (2024). Evaluación musculoesquelética: Amplitud de movimiento articular, pruebas musculares y función: Guía práctica basada en la evidencia (4.ª ed.). Lippincott Williams & Wilkins.