Les presento a Luz América
Tibanquiza Apo, una mujer de 51 años de edad que reside en Puñachizac,
un pequeño barrio rural del cantón Quero. Forma parte de una familia de
cuatro integrantes, su esposo y sus dos hijos y principalmente se dedica a las labores agrícolas.
En el año 2007, aproximadamente tres
meses después del nacimiento de su segundo hijo, acudió al dispensario del Seguro Campesino
de su localidad por una pérdida parcial de movilidad en las extremidades inferiores.
Tras recibir tratamiento farmacológico sin experimentar mejoría, optó por
suspender la atención en los servicios públicos de salud y buscar ayuda en un
consultorio médico privado.
Luego de una serie de exámenes para determinar
la causa del problema, el profesional identificó que la afectación
neuromuscular se debía a una descompensación posterior al parto, originada por la falta de
cuidados adecuados durante el puerperio. No obstante, durante el proceso
diagnóstico también se detectó de forma incidental la presencia de hipotiroidismo.
Debido a ello, acude nuevamente al dispensario del Seguro Campesino, donde fue derivada al IESS
de Ambato y, posteriormente, al IEES de la ciudad de Riobamba,
donde se encontraba disponible la especialidad de Endocrinología.
En esta unidad de salud inició su tratamiento y, tras nuevos estudios y
ecografías, se le diagnosticaron dos quistes microscópicos en el lado derecho del
cuello. Como parte del manejo clínico, se le prescribió levotiroxina sódica
de 100 microgramos diarios en ayunas, además de recomendaciones
dietéticas específicas para evitar alteraciones en su patología
tiroidea. También se le indicó asistir a controles médicos cada tres meses
para el seguimiento y ajuste del tratamiento.
Durante el curso del tratamiento, se presentó la pandemia por COVID-19,
lo que ocasionó que la paciente dejara de acudir a sus controles por temor al
contagio, aunque continuó con la ingesta de la medicación indicada. Una vez que
la situación sanitaria se estabilizó, fue referida desde el dispensario del Seguro Campesino
al IESS de Latacunga, debido a que la especialidad de
Endocrinología ya no estaba habilitada en Riobamba. En esta nueva unidad médica
retomó su tratamiento de manera rigurosa.
Después de dos años de seguimiento,
durante uno de sus controles trimestrales se evidenció una notable mejoría: los quistes en
el cuello habían desaparecido. A raíz de esto, el endocrinólogo
ajustó la dosis a levotiroxina sódica a 75 microgramos diarios, y los controles
pasaron a ser anuales.
En su último control, los signos vitales
registrados fueron los siguientes:
Talla: 1,49
m, Peso: 58 kg, Temperatura: 36,2 °C, Presión arterial: de 104-64 mmHg
Aunque su condición ha mejorado notablemente gracias a la desaparición de
los quistes, aún presenta dificultades para mantener una alimentación adecuada
y, en ocasiones, olvida tomar su medicación. Esta situación le provoca
episodios de cansancio severo, cambios de humor frecuentes y descompensaciones generales.
Por ello, requiere
acompañamiento continuo por
parte del personal de enfermería, especialmente en el área de educación
alimentaria y adherencia al tratamiento, con el fin de mejorar
su calidad de vida y eliminar los síntomas residuales.