Desde que Ecuador adoptó la dolarización en el año 2000, la inflación bajó de casi 96 % a un promedio de 3–4 % anual, lo que ayudó a estabilizar los precios y el tipo de cambio. Esto generó mayor confianza económica y previsibilidad.
Como Ecuador no tiene moneda propia, no puede aplicar política monetaria. Por eso, ha tenido que enfrentar las crisis mediante ajustes fiscales, como subir el IVA, reducir subsidios y aumentar la carga tributaria a grandes empresas.
Gracias a estas medidas, el déficit fiscal bajó a 3.1 % del PIB en 2023 y se fortalecieron las reservas. Sin embargo, la deuda pública sigue alta, por encima del 55 % del PIB, lo que representa un riesgo.
En cuanto al crecimiento, los resultados han sido irregulares. El PIB cayó un −7.8 % en 2020 por la pandemia y después creció entre 2 % y 4 %. Las proyecciones para 2025–2026 apenas alcanzan entre 1 % y 2.8 %. La falta de diversificación económica y la dependencia del petróleo limitan el crecimiento sostenido.
En resumen, Ecuador ha logrado una cierta estabilidad gracias a la dolarización y a medidas fiscales, pero enfrenta limitaciones serias. La falta de autonomía monetaria, el alto endeudamiento y el bajo crecimiento son retos pendientes.