A diferencia de los carbohidratos, que se almacenan como glucógeno en el hígado y los músculos, y de los lípidos, que se guardan en el tejido adiposo como reserva energética, el organismo humano no cuenta con un mecanismo específico para conservar proteínas. Estas cumplen funciones distintas a las de los nutrientes energéticos, ya que participan en la formación de estructuras celulares, en la síntesis de enzimas, hormonas, canales de membrana, en el transporte de oxígeno (como la hemoglobina) y en la defensa inmunológica mediante los anticuerpos. Por ello, los aminoácidos que se obtienen a partir de las proteínas se utilizan de forma inmediata en estos procesos vitales, sin acumularse en forma de reserva (Murray et al., 2022).
Durante un ayuno prolongado o en situaciones de enfermedades graves como el cáncer, el cuerpo requiere fuentes alternativas de energía para mantenerse en funcionamiento. Una vez que el glucógeno se agota (tras 24 a 48 horas), el organismo recurre a las grasas y también comienza a degradar proteínas musculares para obtener aminoácidos. Estos pueden transformarse en glucosa a través de la gluconeogénesis hepática o servir como fuente directa de energía. Este proceso catabólico provoca pérdida muscular, debilidad física, reducción de la respuesta inmune y daño en tejidos esenciales.
Una consecuencia clínica de esta situación es la caquexia, un síndrome caracterizado por una marcada pérdida de peso, masa muscular y apetito. Es frecuente en pacientes con enfermedades como cáncer, insuficiencia cardíaca, patologías pulmonares crónicas o infecciones como el VIH/SIDA. La imposibilidad del cuerpo para almacenar proteínas empeora el cuadro clínico, ya que la pérdida muscular reduce la movilidad, debilita el sistema inmunológico, dificulta la cicatrización y afecta negativamente la eficacia de los tratamientos (Argilés et al., 2014).
Por estas razones, es fundamental que en el ámbito médico se entienda que las proteínas no funcionan como reserva energética, y que su degradación tiene efectos perjudiciales sobre la salud. Este conocimiento permite implementar estrategias de soporte nutricional, suplementación con aminoácidos esenciales y abordar la enfermedad de base. Asimismo, es útil evaluar el estado proteico del paciente utilizando indicadores como el nitrógeno ureico en sangre, la albúmina sérica y la fuerza muscular.