Una noche, mi mamá y yo discutimos por cosas de la casa. En lugar de responderle enojado, me calmé y la escuché con atención. Dejé que hablara sin interrumpirla y al final solo le pregunté cómo se sentía. Me dijo que estaba cansada y estresada. Me agradeció por haberla escuchado. Ese momento me enseñó que muchas veces lo más importante no es hablar, sino saber escuchar con el corazón.
Escuchar activamente
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