Federico García Lorca es, sin duda, uno de los pilares de la literatura española del siglo XX. Su poesía, profundamente simbólica y musical, trasciende el mero lenguaje y se convierte en una experiencia sensual y emotiva. Sus versos combinan la tradición popular andaluza, el folclore gitano, el surrealismo y una tensión constante entre la vida y la muerte, el anhelo y la frustración. Lorca no solo escribe con palabras; escribe con imágenes, colores y sonidos. Su universo poético está poblado de lunas, sangre, caballos y lágrimas, elementos que recurren como símbolos de un destino trágico. Obras como "Romancero gitano" revelan su maestría al fusionar lo popular con lo sofisticado, lo local con lo universal. En contraste, libros como "Poeta en Nueva York" exploran una faceta más oscura y vanguardista, en la que el poeta lidia con la deshumanización del mundo moderno y abandona la estética tradicional para adentrarse en las angustias existenciales y urbanas.
Lo más admirable de Lorca es su capacidad de hablar de lo íntimo y lo colectivo a la vez. Su poesía es un grito contra la represión, ya sea política, social o sexual. Fue un poeta libre en un mundo que no lo era, y esa libertad le costó la vida. Su muerte a manos del franquismo no solo marcó el fin de un poeta, sino el intento de silenciar una voz que encarnaba lo diverso, lo marginal, lo profundamente humano.
Hoy, su poesía sigue viva porque habla desde el dolor, desde la belleza y desde el deseo de ser y de existir con plenitud. Leer a Lorca no es solo leer versos: es entrar en un mundo donde el lenguaje duele, canta y sueña.