Durante una reunión de equipo en el trabajo, surgió un conflicto entre dos compañeros por la asignación de tareas. Uno de ellos, Pedro, sentía que estaba recibiendo más carga laboral que los demás, mientras que Laura, su compañera, consideraba que él no estaba siendo colaborativo.

Yo era el moderador (emisor y receptor), y noté que ambos hablaban al mismo tiempo, sin realmente escuchar al otro. Decidí intervenir aplicando escucha activa. Primero, pedí a Pedro que expresara su punto de vista sin interrupciones. Mientras hablaba, asentía, mantenía contacto visual y tomaba nota. Al terminar, repetí lo que entendí: "Pedro, si entiendo bien, sientes que estás sobrecargado y que eso te está generando frustración, ¿es correcto?" Él afirmó, visiblemente aliviado de haber sido escuchado.

Luego, hice lo mismo con Laura. También la escuché con atención, reflejando sus sentimientos y asegurándome de que se sintiera comprendida. Al hacerlo, ambos se dieron cuenta de que no era un tema personal, sino de organización y percepción.

Gracias a esa escucha activa, pudieron expresar sus emociones sin sentirse atacados, lo que permitió llegar a un acuerdo justo sobre la distribución del trabajo. La tensión bajó notablemente, y la relación entre ambos mejor