Ecuador pide perdón a los afrodescendientes víctimas de esclavitud moderna de Furukawa
Hace pocos días, el Estado ecuatoriano ofreció disculpas públicas a más de 340 extrabajadores de la empresa Furukawa, quienes durante décadas fueron víctimas de esclavitud moderna en las plantaciones de abacá. Esta noticia me impactó profundamente. No solo por el hecho de que algo tan atroz haya sucedido en pleno siglo XXI, sino porque revela una dolorosa verdad: en Ecuador, aún hay heridas abiertas que no han sido atendidas con la seriedad que merecen.
La mayoría de estas víctimas son personas afrodescendientes, lo que pone en evidencia el racismo estructural que persiste en nuestra sociedad. Vivieron en condiciones inhumanas, sin acceso a servicios básicos, educación, salud ni contratos de trabajo. Trabajaban desde niños, expuestos a químicos peligrosos, sin garantías laborales ni respeto a su dignidad.
La Corte Constitucional ya había determinado en 2021 que el Estado ecuatoriano fue responsable por omisión al no proteger los derechos de estas personas. Sin embargo, las medidas de reparación no se han cumplido completamente. La empresa Furukawa alega que no tiene dinero para pagar indemnizaciones, lo cual me parece indignante. ¿Dónde queda entonces la justicia?
El acto simbólico de pedir perdón es importante, pero no basta. El derecho internacional de los derechos humanos establece la obligación del Estado de reparar integralmente a las víctimas. No se trata solo de disculpas, sino de garantizar acceso a educación, salud, vivienda digna y oportunidades laborales. Todo eso sigue pendiente.
Este caso me hizo pensar en cuántas otras historias similares podrían estar ocultas, silenciadas por el miedo, la pobreza o la indiferencia. Necesitamos un país más justo, donde los derechos humanos no sean un privilegio, sino una garantía real para todos y todas, sin importar su origen o condición social.