Las guerras civiles entre
los conquistadores españoles en el Perú (1537-1554) fueron
causadas principalmente por la ambición desmedida y la mala delimitación territorial de las
gobernaciones. El punto central de la disputa fue la posesión del Cusco, capital inca rica en
simbolismo y recursos.
Los
protagonistas iniciales, Francisco Pizarro y Diego de Almagro, socios en la
conquista, recibieron de la Corona capitulaciones ambiguas, lo que generó una feroz rivalidad. Tras la Batalla de Abancay (1537)
donde Almagro capturó a Hernando Pizarro, la balanza se inclinó en la Batalla de las Salinas
(1538), donde los Pizarro vencieron y ejecutaron a Almagro.
Aunque este
enfrentamiento directo terminó, las guerras continuaron con Pizarro, y luego con rebeliones contra la autoridad real.
La distribución desigual de las
riquezas y la visión de algunos conquistadores como Pizarro de
ver el Tahuantinsuyo solo como un recurso personal, exacerbaron los conflictos.
Estas guerras
debilitaron el control español,
creando un vacío de poder que propició la resistencia indígena y, con la muerte de Pizarro,
afectaron el crecimiento económico de la Corona al frenar la consolidación del
virreinato y la emergencia de nuevos líderes.
todo por poder