El examen clínico traumatológico es una evaluación médica especializada que se realiza para identificar y valorar las lesiones del sistema musculoesquelético causadas por traumatismos, como fracturas, esguinces, luxaciones, contusiones o daños en tejidos blandos. Su propósito principal es establecer un diagnóstico preciso, determinar la gravedad y extensión de la lesión, detectar posibles complicaciones asociadas y planificar el tratamiento adecuado. El examen combina la recopilación de datos mediante la anamnesis (historia del accidente o trauma), con la inspección visual, palpación, valoración de la movilidad articular y la fuerza muscular, así como la realización de pruebas específicas o maniobras ortopédicas que permiten evaluar la integridad de huesos, ligamentos, tendones, músculos y nervios afectados. Es fundamental para ofrecer una atención rápida y efectiva al paciente traumatizado y para evitar secuelas o daños mayores.
La exploración física se detallan signos visibles como deformidades, hematomas, edema, heridas abiertas o cerradas, así como la evaluación del rango de movimiento, dolor a la palpación, estabilidad articular y función neurológica. Esta evaluación debe ser meticulosa y completa, incluyendo comparaciones con la extremidad contralateral si es posible, para no pasar por alto lesiones asociadas o complicaciones como la afectación vascular o nerviosa. El registro debe ser preciso y objetivo, y si se utilizan escalas clínicas (como la escala de dolor o de función articular), estas deben anotarse correctamente.
La aplicación de diversos test clínicos, varían según la región afectada y permiten evaluar la integridad de estructuras como ligamentos, tendones, articulaciones y nervios. En el hombro, se utilizan pruebas como Neer, Hawkins-Kennedy, Jobe o Apprehension para detectar lesiones del manguito rotador o inestabilidad; en el codo, los test de varo/valgo, Cozen o Tinel permiten identificar lesiones ligamentarias o neuropatías; en la muñeca y mano, Finkelstein, Phalen, Tinel y el test de Allen ayudan a diagnosticar tenosinovitis, atrapamientos nerviosos o problemas circulatorios; en la rodilla, pruebas como Lachman, McMurray, Apley o el cajón anterior y posterior son clave para detectar lesiones de ligamentos cruzados y meniscos; en el tobillo y pie se emplean el cajón anterior, inversión/eversión forzada, test de sindesmosis y el test de Thompson para evaluar esguinces y rupturas tendinosas; en la columna vertebral, test como Lasègue, Bragard, Spurling o Kernig permiten identificar irritación radicular o compresión nerviosa; y finalmente, se aplican test neurológicos (reflejos, sensibilidad, fuerza segmentaria) y funcionales (marcha, equilibrio, apoyo en talones y puntas) para evaluar la repercusión global del traumatismo en la movilidad, fuerza y estabilidad del paciente. Estos test complementan la anamnesis y la exploración física, y junto con estudios por imágenes, forman parte esencial del proceso diagnóstico y terapéutico en traumatología.
Referencia Bibliográfica
- García de la Peña L, Sánchez SM. Manual de Traumatología y Ortopedia. 2ª ed. Madrid: Editorial Médica Panamericana; 2019. Disponible en: https://www.panamericana.com/manual-traumatologia-ortopedia
- Martínez V, López A. Evaluación clínica en traumatología: fundamentos y aplicaciones. Rev Méd Clin. 2021;45(3):123-130. Disponible en: https://www.revistamediclinica.org/evaluacion-clinica-traumatologia