Uno de los pilares para enfrentar los retos del cambio climático es la educación ambiental. A través de ella, podemos crear conciencia sobre nuestras acciones y cómo estas inciden en el entorno. Es necesario que desde las escuelas y comunidades se promuevan valores de cuidado, respeto y responsabilidad hacia la naturaleza. Además, la acción comunitaria juega un rol clave: cuando las personas se organizan para proteger su territorio, plantar árboles, limpiar ríos o promover el reciclaje, se genera un impacto positivo real. Estas acciones, aunque parezcan pequeñas, forman parte de una respuesta colectiva que contribuye a mitigar los efectos del cambio climático. También fortalecen el sentido de pertenencia y colaboración, lo cual es esencial en tiempos de crisis ambiental. Si logramos combinar educación, compromiso social y apoyo institucional, podremos construir comunidades más resilientes y preparadas para enfrentar los desafíos que trae un clima cambiante.