Vivir plenamente, para mí, significa estar consciente y presente en la vida que uno lleva, en armonía con los propios valores, emociones y relaciones. Es experimentar sentido y propósito, cultivar vínculos auténticos, desarrollar el potencial personal y encontrar momentos de belleza, alegría y gratitud incluso en medio de la rutina o el dolor.
Pero vivir plenamente no equivale a vivir en perfección ni en constante felicidad. Implica aceptar la incertidumbre, abrazar la vulnerabilidad y tener el coraje de actuar de acuerdo con lo que uno cree justo y significativo, incluso cuando el mundo no lo sea.
Pero vivir plenamente no equivale a vivir en perfección ni en constante felicidad. Implica aceptar la incertidumbre, abrazar la vulnerabilidad y tener el coraje de actuar de acuerdo con lo que uno cree justo y significativo, incluso cuando el mundo no lo sea.