Los números reales forman parte esencial de mi rutina diaria, aunque muchas veces no lo note conscientemente. Un ejemplo concreto es cuando practico deporte. En una sesión de entrenamiento, uso números enteros para contar repeticiones: por ejemplo, hago 15 flexiones o corro 3 kilómetros. Estos números me permiten medir mi esfuerzo y establecer metas claras.

Las fracciones las utilizo al planificar mi tiempo de descanso. Si entreno durante una hora, puedo dividirla en ¾ de ejercicio intenso y ¼ de recuperación. Así administro mi energía de forma equilibrada. También, si comparto una botella de agua con un amigo, calcular la mitad o un tercio es una aplicación directa de fracciones.

Por otro lado, los decimales los encuentro al controlar mi progreso. Si corro a una velocidad de 8,5 km/h o registro un tiempo de 2,75 minutos por vuelta, estoy usando decimales para ser más preciso y mejorar mi rendimiento.

En resumen, los números reales no solo están en libros de matemáticas, sino que se integran a decisiones prácticas que tomo día a día. Me ayudan a organizarme, a mejorar en lo que hago y a entender el mundo con mayor claridad.