El principio del principialismo que más llama la atención es el de no maleficencia, ya que establece un compromiso ético fundamental: no causar daño a otros. En el ámbito de la bioética, este principio implica que los profesionales de la salud deben evitar todo acto que pueda perjudicar a los pacientes, ya sea física, psicológica o emocionalmente.
Lo interesante de este principio es que va más allá de simplemente “no hacer el mal”; también implica reflexionar sobre las consecuencias de las acciones médicas y optar siempre por las alternativas que minimicen los riesgos. Por ejemplo, antes de realizar un tratamiento o procedimiento, es necesario evaluar si los beneficios superan a los posibles daños, y en caso contrario, abstenerse de actuar.