Al ver el video sentí una conexión muy profunda con la forma en que la música se convierte en un puente entre las personas, la naturaleza y la historia. Me pareció especialmente poderoso cómo los sonidos andinos, más que simples melodías, son verdaderos portadores de memoria, identidad y espiritualidad. Instrumentos como las flautas de caña, o incluso los sonidos del viento que atraviesa las montañas, no solo acompañan la vida cotidiana de las comunidades, sino que representan una manera muy particular de entender y habitar el mundo. Lo que más me llamó la atención fue cómo estos sonidos se integran naturalmente en rituales, celebraciones y prácticas comunitarias, formando parte de una cosmovisión que valora el equilibrio con la Pachamama. En una época donde muchas culturas tradicionales están en riesgo de desaparecer o ser olvidadas, este episodio me hizo reflexionar sobre la importancia de preservar estas expresiones vivas que resisten y florecen en distintos rincones de Latinoamérica.
También me llevó a cuestionar mi propia relación con el entorno y con la música. A menudo damos por hecho lo que escuchamos o consumimos música sin pensar en su origen o en lo que representa. En cambio, en los Andes ecuatorianos, cada sonido tiene un propósito, una raíz, una historia. Escucharlos me hizo sentir que hay otras formas de ver y sentir el mundo, más conectadas, más conscientes, más auténticas.
Algo que también me pareció muy valioso fue ver cómo las nuevas generaciones están retomando estas tradiciones y dándoles nuevos significados sin perder su esencia. Jóvenes músicos que mezclan lo ancestral con lo contemporáneo están demostrando que la tradición no tiene que quedarse estancada en el pasado, sino que puede evolucionar y dialogar con el presente. Eso me dio esperanza: ver que la identidad cultural puede transformarse sin dejar de ser fiel a su origen. Este capítulo no solo me enseñó sobre música; me invitó a mirar con más atención, respeto y sensibilidad las tradiciones ancestrales, y a reflexionar sobre cómo, a través del sonido, podemos reconectar con nuestras raíces en medio de un mundo cada vez más acelerado y desconectado.