El principio del principialismo que más me llamó la atención fue el de autonomía, ya que en el campo de la salud mental adquiere un valor fundamental. Respetar la autonomía significa reconocer que cada persona tiene el derecho a tomar decisiones libres e informadas sobre su bienestar psicológico, su tratamiento y su proceso terapéutico. Esto implica no solo brindar toda la información necesaria, sino también acompañar sin imponer, incluso cuando las decisiones del paciente no coincidan con lo que el profesional considera más adecuado. En salud mental, este principio promueve una atención más ética, humana y centrada en la persona, fortaleciendo su sentido de control y dignidad en momentos de vulnerabilidad.
En salud mental, donde muchas veces las personas pueden sentirse desorientadas, estigmatizadas o vulnerables, garantizar la autonomía es una forma de devolverles poder sobre sus vidas. Además, promueve una relación terapéutica basada en la colaboración, el respeto mutuo y la construcción conjunta de objetivos, lo cual es clave para lograr un proceso terapéutico efectivo.