Un caso reciente en Ecuador que ilustra críticamente el papel de los medios de comunicación en la comunicación política es la cobertura de la migración venezolana durante la campaña presidencial de 2025.
El papel de los medios de comunicación dentro de la comunicación política es cada vez más determinante y, desde una mirada crítica, problemático. En teoría, los medios deberían actuar como puentes entre la ciudadanía y el poder, facilitando el debate democrático, garantizando el acceso a información verificada y sirviendo como fiscalizadores del poder político. Sin embargo, en la práctica, muchos medios se han convertido en actores políticos con intereses propios, que condicionan la opinión pública y moldean el discurso político más allá de los hechos.
Un ejemplo reciente en Ecuador lo demuestra claramente. Durante la campaña presidencial de 2025, particularmente en la segunda vuelta entre Daniel Noboa y Luisa González, los medios jugaron un rol fundamental en cómo se presentó el tema de la migración venezolana. Este asunto fue instrumentalizado políticamente, y diversos medios —especialmente en el entorno digital y algunos canales tradicionales— amplificaron rumores infundados que vinculaban a los migrantes venezolanos con el aumento de la delincuencia y el desempleo. Estos mensajes, muchas veces carentes de verificación o contexto, fueron replicados sin el más mínimo rigor periodístico. Según reportes de Ecuador Chequea, cerca del 9% de la desinformación verificada en ese periodo electoral estuvo relacionada con migración, evidenciando una tendencia a explotar el miedo y los prejuicios en lugar de fomentar el debate informado.
Este caso refleja cómo los medios pueden dejar de ser vehículos de deliberación democrática —como planteaba Jürgen Habermas— para convertirse en plataformas que refuerzan prejuicios y polarizan a la ciudadanía. En lugar de construir ciudadanía crítica, promueven el sensacionalismo, la desinformación y la manipulación emocional, favoreciendo así a ciertos actores políticos y debilitando la calidad del discurso público. Por tanto, el papel de los medios en la comunicación política debe repensarse no solo desde su función informativa, sino desde su responsabilidad ética en el fortalecimiento o deterioro de la democracia.