El papel de los medios de comunicación en la comunicación política es más que fundamental: son el motor que moviliza las opiniones, orienta las percepciones y configura el poder en una sociedad democrática. A través de su capacidad para influir, moldear y transformar la opinión pública, los medios se erigen como actores esenciales en la construcción del discurso político y en el fortalecimiento o debilitamiento de los sistemas democráticos.
En primer plano, los medios son los encargados de difundir los mensajes políticos, actuando como el vehículo que transporta las ideas, promesas y decisiones de los políticos hacia el público. Esta influencia no es pasiva; los medios seleccionan qué se comunica, cómo se comunica y qué se omite, lo que permite a los actores políticos controlar el mensaje y dirigir el rumbo de la conversación pública.
Además, los medios son los constructores de la realidad social. A través de la práctica de agendar temas y enmarcar la información (framing), no solo informan, sino que guían la interpretación de los hechos. Los periodistas no son solo relatores; son arquitectos de la percepción pública, capaces de decidir qué temas dominarán el debate y cuáles quedarán en la periferia. Esta capacidad de crear narrativas tiene un poder casi ilimitado, que puede, por ejemplo, decidir el destino de un candidato o la aprobación de una política.
Los medios también tienen la responsabilidad de vigilar y denunciar. Su función como agentes de control social los convierte en guardianes de la democracia. Al exponer abusos de poder, desinformación o corrupción, los medios son los que aseguran que la transparencia y la justicia prevalezcan en la arena política.
Finalmente, los medios de comunicación no solo transmiten ideas; crean el campo de batalla donde se libran las guerras políticas. Son el terreno donde las voces se enfrentan, donde los puntos de vista se confrontan, y donde las decisiones de la audiencia son influenciadas. En una era de sobreabundancia informativa, los medios tienen el poder de decidir qué se convierte en noticia y qué queda en el olvido. Este poder de selección y representación es el verdadero corazón del poder político en la actualidad.