Una persona que vive bajo control en una relación puede experimentar diversas consecuencias emocionales graves, entre ellas la baja autoestima, al sentirse constantemente menospreciada o invalidada; ansiedad y estrés crónico, producto del miedo a equivocarse o molestar a la pareja; depresión, debido al aislamiento y la pérdida de autonomía; y sentimientos de culpa, vergüenza o confusión, ya que muchas veces el control se disfraza de cuidado o preocupación. También puede desarrollar una fuerte dependencia emocional y dificultades para tomar decisiones por sí misma, lo que perpetúa el ciclo de control y dificulta la salida de la relación.