En general una persona que vive en una relación tóxica puede experimentar una serie de consecuencias emocionales negativas que afectan su bienestar mental y su calidad de vida. El control, la manipulación y el desprecio constantes generan ansiedad, ya que la persona se siente presionada a actuar de cierta forma para evitar conflictos. También puede desarrollar una baja autoestima, especialmente si su pareja le hace creer que no vale por sí sola o que no merece algo mejor. Esto puede llevar al aislamiento social, ya que la persona controladora suele buscar que la víctima se aleje de amigos y familiares para tener más poder sobre ella. Con el tiempo, la víctima puede sentirse triste, confundida y culpable, pensando que todo lo malo en la relación es su culpa. Además, puede perder su sentido de identidad, ya que vive adaptándose a lo que la otra persona quiere, dejando de lado sus propios deseos y necesidades.