- El taller presentado por Elyuz Castiglioni Palacios, estuvo orientado a fortalecer el pensamiento crítico de los estudiantes a través del trabajo con textos literarios y actividades de reflexión, utilizando recursos accesibles. Basándose en la estrategia del aula invertida, Castiglioni diseñó un proceso en el que los alumnos recibían materiales y consignas por WhatsApp para analizarlos de forma autónoma, y posteriormente compartían sus interpretaciones y argumentos en espacios virtuales de discusión. El taller no solo buscó mejorar la comprensión y producción textual, sino también promover la participación activa, el diálogo crítico y el desarrollo de la autonomía en el aprendizaje, adaptándose a contextos con limitaciones tecnológicas.
- La ponencia de Margarita Asensio Pastor me hizo reflexionar sobre cómo la educación puede enriquecerse al incorporar tradiciones orales como la hikaya palestina. Su enfoque nos enseña que no basta con transmitir conocimientos, sino que también es fundamental conectar a los alumnos con relatos que reflejen identidades, luchas y valores culturales diversos. Integrar este tipo de narrativas en el aula permite desarrollar en los estudiantes una mayor sensibilidad hacia otras culturas, fortalecer su pensamiento crítico y fomentar su capacidad de análisis sobre realidades distintas a las suyas. A partir de su charla, entendí que como docentes debemos promover una enseñanza que no solo informe, sino que también forme conciencia, abra espacios para el diálogo intercultural y despierte en los alumnos el respeto por las memorias colectivas y las voces históricamente silenciadas.
Lo que me enseñó Elyuz Castiglioni es que el proceso de escribir bien va más allá de simplemente plasmar palabras sobre el papel. Es un camino de descubrimiento y crecimiento, que invita a conectar con lo que nos rodea y a cuestionar constantemente lo que queremos expresar. Me hizo pensar que la escritura, al igual que cualquier habilidad, no se desarrolla de manera instantánea, sino a través de la práctica, la reflexión y, sobre todo, la disposición de aprender de cada error. En el aula, esto me anima a ser más paciente con mis estudiantes, a guiarlos para que vean la escritura como un proceso de evolución, donde cada idea se puede mejorar, y cada palabra tiene su momento para brillar.