Al revisar los fundamentos teóricos, surgieron conflictos personales porque evidencié que mis valores y creencias no siempre encajan dentro de un solo marco ético. Me di cuenta de que, aunque algunas teorías ofrecen respuestas claras, aplicarlas en situaciones reales despierta tensiones internas: el deber de actuar correctamente puede chocar con el deseo de cuidar emocionalmente a otros, o la búsqueda del mayor bien puede sentirse deshumanizante si olvida las particularidades individuales. Esta confrontación entre ideales teóricos y emociones personales me obligó a reconocer que, en la práctica, actuar éticamente implica enfrentar contradicciones, asumir decisiones imperfectas y aceptar que a veces no existe una única respuesta correcta, sino un equilibrio inestable entre múltiples obligaciones y sensibilidades.