Un afectuoso saludo compañera Jhennifer. Reconozco que las instituciones educativas tienen una gran responsabilidad en la prevención y atención del acoso hacia el personal docente. No se trata únicamente de velar por el bienestar físico del profesorado, sino también de garantizar su estabilidad emocional, psicológica y profesional. La escuela debe ser un espacio seguro no solo para los estudiantes, sino también para quienes enseñamos, y eso requiere un compromiso serio por parte de los directivos y autoridades escolares. Las instituciones deben asumir su rol como garantes de un ambiente laboral saludable, libre de violencia, donde se respete la dignidad de cada educador o educadora.
Para lograr esto, es fundamental que las instituciones implementen medidas concretas como la elaboración de protocolos claros de prevención y actuación ante casos de acoso. Estos protocolos deben ser conocidos por todo el personal y aplicarse sin excepción ni discriminación. Además, se debe capacitar continuamente a docentes, directivos y personal administrativo sobre la detección temprana del acoso, las formas en que se manifiesta y las vías adecuadas para denunciarlo. También es necesario que se creen canales de denuncia seguros y confidenciales, que protejan al denunciante de cualquier represalia. Junto a esto, se debe brindar apoyo psicológico y asesoría legal a las personas afectadas, evitando así que se enfrenten solas a este tipo de situaciones.
Asimismo, la institución debe fomentar una cultura de respeto, diálogo y solidaridad entre todos los actores de la comunidad educativa. Esto implica trabajar en la construcción de relaciones laborales sanas, donde se valore el trabajo docente y se promueva la empatía como base de la convivencia. El acoso no debe ser minimizado ni normalizado; por el contrario, se debe erradicar desde su raíz. Como futura docente, sueño con formar parte de una comunidad educativa que valore y proteja a quienes enseñamos, porque estoy convencida de que, si cuidamos a los docentes, también estamos cuidando la calidad de la educación y el bienestar de nuestros estudiantes.
Para lograr esto, es fundamental que las instituciones implementen medidas concretas como la elaboración de protocolos claros de prevención y actuación ante casos de acoso. Estos protocolos deben ser conocidos por todo el personal y aplicarse sin excepción ni discriminación. Además, se debe capacitar continuamente a docentes, directivos y personal administrativo sobre la detección temprana del acoso, las formas en que se manifiesta y las vías adecuadas para denunciarlo. También es necesario que se creen canales de denuncia seguros y confidenciales, que protejan al denunciante de cualquier represalia. Junto a esto, se debe brindar apoyo psicológico y asesoría legal a las personas afectadas, evitando así que se enfrenten solas a este tipo de situaciones.
Asimismo, la institución debe fomentar una cultura de respeto, diálogo y solidaridad entre todos los actores de la comunidad educativa. Esto implica trabajar en la construcción de relaciones laborales sanas, donde se valore el trabajo docente y se promueva la empatía como base de la convivencia. El acoso no debe ser minimizado ni normalizado; por el contrario, se debe erradicar desde su raíz. Como futura docente, sueño con formar parte de una comunidad educativa que valore y proteja a quienes enseñamos, porque estoy convencida de que, si cuidamos a los docentes, también estamos cuidando la calidad de la educación y el bienestar de nuestros estudiantes.